Sobre gotas, no hay nada escrito. 



A esta chica le gusta sentirse chica-lluvia y ver las calles de su ciudad brillar en plata. Esta chica, analiza las gotas y las diferencia y clasifica en pequeños botes de cristal, que finalmente etiqueta según le venga en gana. Pero ha perdido una gota, lo sabe. No era su mejor gota, ni la más caudalosa, ni se diferenciaba de las demás gotas. Pero esa gota, era diferente. Esa gota la hace escribir sobre ella en tercera persona, porque no le gusta saberse sin ella, porque  no sabe dejar transcurrir el tiempo ni la lluvia tras los cristales sabiendo que puede pasarle desapercibida entre tantas otras.

Supone que ha llegado el momento, de sacar el paraguas y ver llover ahí fuera, aunque ya no sea abril.