Cuando nuestro consciente no alcanza lo que deseamos, según Jung, lo suplimos con sueños. De esta manera dice este conseguimos los recursos que no podemos alcanzar conscientemente, compensamos. Vivimos la realidad pero no despiertos, porque nuestra personalidad no nos permite ese prisma. Freud decía que nuestros sueños nos muestran nuestros deseos más ocultos, y así mismo, nuestros mayores miedos.

La amiga de Freud, todas mis yo, no entiende como se puede desear algo que se teme, o al menos, no lo consigue. Lo desea y no lo teme; y si lo teme, entonces no lo desea. No sabe como tiene que sentirse: es capaz de reaccionar absolutamente con total facilidad y naturalidad ante ciertas proposiciones y luego bloquearse en los niveles más bajos.

Sin embargo, la chica que sueña con alcanzar a vivir como Freud pensaba, si sabe que sus días puedan ser incongruentes e inestables y encontrar la racionalidad en su insomnio de las noches. Incluso, puede pensar que su vida en algún momento ha volcado, dándole toda la energía y vitalidad de sus días a la noches y ofreciéndole la más plácida nulidad en sus vigilias.

O quizás no, quizás es sólo que no está muy bien de la cabeza. 

Aún así, sabe que en algún lugar, en el ello, su superyó o su yo más reprimido, es exactamente la persona que imaginó que podría llegar a ser. Freud estaría orgulloso de ella, al menos, la escucharía. 

Y eso, la mayoría de las veces, es lo imprescindible.