Y este verano que no llega, nos atraca a cara descubierta, supongo que con los ojos claros todo se tiene más claro. Es tiempo de emigrar al norte en búsqueda de trópicos, huir de esta sequía abrasadora, convirtiéndonos en extraños desconocidos, lejanos, que la cercanía se vende cara y no hay rescate posible.


Porque quizás sea el destino, o las cartas mal jugadas o las circunstancias equivocadas, pero ya nunca seremos lo que nosotros creíamos estar destinados a ser, se baja el telón, se entrecortan los silencios y se apagan las sonrisas.


Es todo un poco extraño, no hay un mar de confianza en el que desemboque este río de palabras, no fluye este torrente; no está mojado, no puede llover. Suena a despedida, no lo oyes?


2 comentarios:

  1. Adoro tus entradas :)

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  2. Yo las despedidas me las tienen que gritar a la cara,
    haciendo aspavientos con las manos,
    y masticando las palabras,
    mientras me las dibujan con un palo en el suelo,
    y se encienden luces destellantes,
    a la vez que este yo mirando.
    Sinó no me doy por aludido.
    Soy duro de adio-ses.

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