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Es de noche en esta habitación, tan lejos de la ciudad que nos escuchó hablar de amor por primera vez, 
aún teniendo mucho sueño no consigo dormir entre este frío y silencio, tu parpadeas levemente, 
rozando sin percatarte mi rostro para darme un beso mientras te atreves a susurrarlo; 
probablemente sea cierto eso de que hay cosas que sólo se sienten cuando se dicen a susurros.




Ella se acuesta en su rincón del colchón,

Él la arrastra a la esquina de su sábana.





Se me desperezan los instintos más obscenos, ocultos y perversos cuando aún sin proponértelo logras acariciar, en silencio y a ciegas,el kilómetro cero de mi apetito más carnal; parando al borde del estallido, dejándome morir de impaciencia. 

Y es que contigo, el placer se convierte en la más preciada ciencia experimental, se bebe a tragos largos ahogando los gemidos, en presente de indicativo, sin condicional, en formato orgasmo cazador de sensaciones a punto de explosionar. 

Instinto animal en las entrañas,que deja a la memoria con intenciones de inconformismo permanente, a la imaginación rebosante de lasciva curiosidad y a mí,con ganas de más de ti.





Una noche más...

A diferencia de que cuando duermo contigo no echo de menos mi tazón de cereales y mi dosis mañanera de café en vena y viceversa.

Y que las resacas me las quitas tu y no un ibuprofeno en ayunas.






Era una nueva sensación, quizás más rellena de prudencia que de pudor, pues no quedaba mucho, en aquellas sábanas que pecaron de intrépidas y sobre las que, en aquella calurosa mañana de un bizarro otroño, se marcaban apenas unos rayos de claridad. Allí, observándolo durante un tiempo que imaginó eterno, únicamente interrumpido por el tic-tac de un reloj vecino, por los ruídos de quienes comenzaban el día, de los ruídos de los coches al pasar...lo observó, sintió su tranquilidad, su sosegada respiración y se sintió tranquila, se sosegó su corazón.

Ella, inmóvil, sin moverse más que para alcanzar lo que queda de chocolate sobre la mesilla, que poco a poco derrite en su boca para no despertarlo. Observa con la poca luz que había y lo que las sábanas habían dejado al descubierto de su cuerpo: sus brazos, esos brazos que la habían echo sentir tan especial horas atrás; sus hombros, objeto de su fijación desde aquellos torpes comienzos, que habían sido una incógnita salvo en su imaginación, hasta un caluroso día de verano; sus manos inocentes, ahora, que no en las horas previas. Su espalda, la curva que dibujaba bajo las sábanas, la mantenía alejada de la visión de su cara de niño. Se mueve, se gira y esboza una tímida y apenas imperceptible sonrisa, ella, imagina que es por ella, que se ha colado en sus sueños.

Y también sonrie, ahora, aunque sea en sus sueños, los de ella, se ha convertido en la mujer de los suyos, los de él.

Abre sus ojos, esboza otra sonrisa, esta vez, una preciosa sonrisa, pícara e inocente, como sólo él sabe conjurar madurez e inocencia, y con un susurro, como acostumbra a darle las mejores cosas, le da los buenos días de esa primera mañana.



TRAS LA PUERTA…ELLOS: ELLA Y ÉL; ÉL Y ELLA.


El cartel “Puede arreglar la habitación” dado la vuelta, colgado del pomo de la habitación 512, ya lo dijo Rafa Pons.

Entraron, ella con tacones y los pantalones roídos en los bajos, indicios de que los tacones no formaban parte de su rutina. Él con los bajos intactos y zapatillas de deporte, señal de que los vaqueros tampoco eran parte de sus avatares diarios.

23 horas colgó el cartel sobre el pomo, sin darse la vuelta. 23 con el “NO MOLESTAR”, sin arreglar la habitación. Horas en las que nadie preguntó ni se preocupó por ellos. Tampoco ellos preguntaron por nadie, menos se preocuparon por algo, que no fuesen ellos: él y ella, ella y él, él o ella, ella o él, ellos.

Tiritando ante la tentación
Durmieron a ratos
Despiertos por tiempos
Entrelazados a veces
Sudados en seco
Bebiéndose a tragos
Mirándose en la oscuridad
Deliberadamente despacio
Reflejos de su propio espejo
Sin tiempo para el retardo
Pegados sin tregua
Tocándose salvando la distancia de un colchón
Separados tan dentro
Disfrutándose a mordiscos
Susurrando las verdades
Gritando las mentiras
Dibujando sus perfiles
Difuminándose hasta derretirse


SUSPIRÓMANOS, perdiéndose, en su propia droga, para encontrarse como nunca; encontrándose, sin metadona de por medio, para perderse como siempre.

Abandonaron la habitación rumbo a la rutina.

Ella descalza con los tacones en la mano.

Él, con los vaqueros mal doblados en su bolsa de deporte.


Un segundo puede cambiarlo todo, pero 82800 no cambiaron su realidad, la rutina de ahí afuera.



Pretenciosos son los sueños a los que se entra en tacones y vaqueros, la verdadera realidad se (re)corre sin tacones y con chándal.

TRAS LA PUERTA….ELLOS: ELLA O ÉL; ÉL O ELLA