El privilegio de oir un ¡Buenos días princesa!, sabiéndome entre tus piernas, no lo supera la humedad de un ¡He soñado toda la noche contigo! al borde de mis labios.
Me descubro sonriendo en las nubes; para variar, pensando en ti; me parece que todas son como tú, un ángel hecho para mis antojos.
Entonces, he estirado mi brazo y he soñado...
aunque sé que es sencillamente imposible que sucediese,
no sé convencer a la piel y al corazón tan fácilmente.
Es domingo.
Abrí los ojos sin las sábanas de florecillas rosas que me quitaron el frío las dos últimas noches. Me faltan.
Y me faltas.
Y me convertí en la chica que escribía cuentos para no dormir,
porque no conseguía soñar con los caracoles de su pecho.