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Y entonces es cuando los ojos no miran, 
sino laten, y el corazón se eriza sino tiembla.








Hazme un hueco entre tus costillas;

como a un catarro mal curado.









Su mano traviesa enredada entre mi piel y sus sábanas;
máxima pena capital para mi perversa inocencia.






Por una vez, para variar y sin que sirva de precedente, las mentiras serán de las de verdad.

Entonces podría decirte lo más simple y evidente, pero eso ya deberías saberlo. Lo saben todos, como no vas a saberlo tu, que eres el objeto directo de mis verbos en primera persona de pretexto perfecto. Sin embargo, y para no variar y sentar un precedente, en uno de mis arrebatos te lo diré.

Ven, y sácame de quicio, o de aquí.








Sobredosis de vaho en los cristales,
el mejor signo de superacción.











Reconoce sus síntomas, conoce las causas, pero no el remedio de su pequeña obsesión pato-lógica: Su niño grande.









Superponiendo que la fórmula del hiperclorito sódico no falle, escribiré sobre mi palabra revestida de tu mirada turbia.
Eso, un buen golpe, de los de tiritas en las rodillas, un mazazo al código de prácticas de buena conducta y saber estar.




In-versión




El tiempo que perdemos...
yo en escribirte besos en papeles,
y tu en hacérmelos perder, los papeles,
y la ropa.


No hay billete de un millón que lo pague.