No hay corazón en un puño.
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Su película
Y así, sin darse por vencida, se convirtió en especialista en romper relaciones
y acabó actuando como extra en su propia vida.
Nunca será nominada.
Ni siquiera aparece en los títulos de créditos.
Con sus alas puestas, sentadita sobre las vías del tren. Día tras día lo veía pasar a las cinco menos diez, siempre puntual, no faltó ningún día: ni ella, ni el tren.
Como a la chica del muelle de San Blas, a ella también la tuvieron que arrancar, se la llevaron, como a la chica del muelle de San Blas, a un manicomio. Allí, aprendió a sonreír, mientras pintaba en las paredes con lágrimas transparentes su nombre y miraba a lo lejos las vías del tren, por si a su amor le devolvían, como a la chica del muelle de San Blas. Y es que le dolía entre las piernas, como aquella primera vez, como a la chica del muelle de San Blas.
Pero él nunca volvió. No volvió nunca, ni él, ni su amor. Como a la chica del muelle de San Blas, la chica de las vías del tren no volvió a sonreír sin pensar en él; ni a llorar sin ser por él.
Y resonaba en su cabeza una canción de su infancia, la ametrallaba y no sabía por qué: "caracol, col, col...saca los cuernos al sol".
Tampoco sabía porque empezaban igual ingenuidad e ingeniería.
Hacía tiempo, que no sabía de nada,
si nada son otras cuatro letras, con inicial mayúscula, consonantes y vocales.
Al final, él también sería nada. Con mayúsculas también. Nada.
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