Y recógeme otra vez en tu coche y volvemos aquel sitio con escenario jurásico, y me vuelves a mostrar las estrellas, como aquella noche de luna llena de agosto. Y es que para mi son aviones o un satélite, y tu las conviertes en estrellas fugaces, que yo no sé pedirles nada, que no sé tampoco pedirles poco y luego me paso en mis deseos y me asusto y me tienes que quitar los miedos, o la coraza, a tu manera, con tu paciencia a base de esmero, o de cariño, con tus metáforas. Que tu sabes, aunque me lo nieges y tu no te lo creas, que a mi me gusta, que yo te dejo el firmamento de mi barriga para que aterrices como quieras siempre que no te acerques a mi ombligo, que el sol quema, y yo no me aguanto. Y es como cuando tu me hablas de máquinas y robots y yo de como la lluvia pinta esta ciudad de plata, y así nos va. Y luego volver a mi rutina preferida: yo te miro y tu me pides un beso, y es que sólo tu sabes como hacer que me esté acostumbrando a pedirte con miradas lo que con mi voz me da miedo. Y es que ya no quedan muchas opciones, y si en julio tu haces que haya nieve en mi ventana, yo te prometo el calor del sol en este invierno, debes tener suerte, o la tengo yo, por que dentro de nada no tendré ni excusas para quejarme.
Y es que, sólo quería susurrarte para que se entere el universo, que lo único que yo quiero saber de astronomía se esconde en los lunares de tu espalda.
Astronómicamente hablando, te recomiendo la constelación de Pléyades, fácil de encontrar, a un costado de la constelación Tauro... me encanta
ResponderEliminarPersonalmente hablando, puedo decirte que no la olvidaré, la noche, la constelación, su costado.
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