Su historia se resume a las coincidencias en torno al trazado de un tren. La dirección del mismo acabó por ser irrelevante, lo mismo que el número de besos escuchando la lluvia o el número de lunas llenas que vieron juntos. 

Esta historia habla de dos y un tren en el que nunca han viajado.
 Ella tenía la eternidad en su pensamientos y él la lluvia para despejar todas sus dudas. Para lo que ocurrió desde aquella hora con sus diez minutos atrás, la única explicación posible sería la de una casualidad que terminó por hacer reaccionar a sentimientos en los que ni creían. 

Lo más interesante es que solo les hizo falta dejarse llevar. Tal vez fue por eso que todo fue más sencillo de lo que puede resultar pestañear, no hizo falta el tiempo, sólo esos silencios que demostraron tener todo el valor que cada latido disimulaba. Nadie sabe que ha sido de ellos, que despropósito de amor o de realidad les une, no se les ha vuelto a ver cerca de las vías, ni se sabe si la puntualidad del tren sigue siendo la misma. Aunque lo más probable es que sean ellos los que estén preguntándose cómo han podido llegar a un lugar que no imaginaban siguiendo únicamente sus ganas de volver a sentirse. 

Lo suyo, es una proeza de sus miocardios.