Autocartas o lo que me digo mientras conduzco (I)


Querida tu:

No sé cómo te las arreglas para ser tan puntual y siempre llegar tarde, o demasiado temprano a tus citas conmigo. Sobre lo que hablamos hace un rato, he estado pensando en ti, supongo que nadie te dijo que fuera fácil, pero tampoco nadie te avisó de que esto era difícil, que las cosas no son como en la teoría de los libros ni como la cuentan esas personas que cambian el mundo, y que tu no ibas a ser una de ellas, que tu ilimitada imaginación podía llevarte donde quisieras, tus ganas empujarla pero que esa no iba a ser tu vida, por lo menos la real, y no hablo de princesas, que tu no eres de las que besan sapos por ahí; imaginarla, nadie te lo negó, todavía.


Aquí, solo funciona el cómo y el cuándo porque el por qué siempre está claro, eso lo tienes, no?. El juego empezó, tu lo aceptaste y ahora o juegas o pierdes. Y  a ti nunca te gustó perder, ni tan siquiera esas pinzitas que utilizas para recoger tus rizos, ni tan siquiera ellas, recuerdas perfectamente cada una de las que fuiste dejando por ahí o por lo menos dónde. Buscarlas, no merece la pena. Hay más. Como días, también hay más; como hombres, también hay más; como opciones, siempre hay más; como modos y maneras y formas, también hay más. Lo que no hay es más vidas, el juego sólo tiene un GAME OVER. Puedes pasar de fase, cambiar de nivel  o volver atrás, resetear o guardar y volver a empezar en otro momento. Pero esta es tu muñequita, tu la manejas, tu eres la responsable. No digas que no te lo dijeron, al menos, yo.

Hay otra opción, la de mirar como los demás juegan, y esa es la que te está matando.

                    Tu yo.